miércoles, 26 de enero de 2011

The nominees are...


El 27 de febrero se entregan en Los Ángeles los premios Oscar y ya conocemos a los candidatos. La ausencia de sorpresas y la elección de los presentadores (Anne Hathaway y James Franco) no auguran una gala inolvidable. A pesar de ello, no pienso perdérmela. De pequeño recuerdo haber pasado más de una noche en vela para poder ver en directo la ceremonia, antes de que pasara a emitirse por un canal de pago. Adoro estas entregas de premios: las caras de los nominados en pantalla segundos antes de verse perdedores, los vestidos de las actrices, los chistes del presentador de turno, los números musicales...
Pero, al lío. El discurso del rey y La red social parten como favoritas, aunque no hay que perder de vista la última de los Coen (olvidada en los Globos de Oro a pesar de su espectacular taquilla en los USA), un western titulado Valor de ley. Fueron los Coen los que regalaron a Javier Bardem un papelazo en No es país para viejos, que le reportó una estatuilla hace dos años, y vuelve a estar en la terna de candidatos, esta vez en la categoría de Mejor Actor Principal por Biutiful.
¿Qué elegirán los académicos? ¿Optarán por la corrección "british" de El discurso del rey o por el perfecto engranaje de la peli de David Fincher?
Todos los candidatos en http://oscar.go.com/

jueves, 20 de enero de 2011

Una barbaridad


Si del resultado final de una película pudiera inferirse el estado mental del realizador en el momento de hacerla, podríamos concluir que Álex de la Iglesia estaba fatal cuando se le ocurrió hacer Balada triste de trompeta. Porque de una mente "limpia" no puede salir esta obra tan desasosegante, tan al limite. Historia de dos payasos que pelean por el amor de una mujer en las postrimerías del franquismo, Balada... desafía cualquier convención ética y moral y coloca al espectador en una duda continua: ¿hay en algo en esa panda de perturbados con lo que yo pueda sentirme identificado? ¿Por qué me fascina tanto algo tan profundamente desagradable? Puede que la gozosa sensación de libertad que destila desde el minuto uno hasta que acaba, ese voy-a-hacer-lo-me-dé-la-gana que muchos envidiamos en el proceso de la creación artística porque nos vemos incapaces de saltarnos las normas y al que, incluso, podemos perdonar los vaivenes caprichosos de un guión deslavazado al que afluyen torrencialmente poderosas y sugerentes imágenes, sea lo que resulta tan irresistible de un film del que Raphael, tras un pase privado, comentó : "¡qué barbaridad!".