jueves, 20 de enero de 2011

Una barbaridad


Si del resultado final de una película pudiera inferirse el estado mental del realizador en el momento de hacerla, podríamos concluir que Álex de la Iglesia estaba fatal cuando se le ocurrió hacer Balada triste de trompeta. Porque de una mente "limpia" no puede salir esta obra tan desasosegante, tan al limite. Historia de dos payasos que pelean por el amor de una mujer en las postrimerías del franquismo, Balada... desafía cualquier convención ética y moral y coloca al espectador en una duda continua: ¿hay en algo en esa panda de perturbados con lo que yo pueda sentirme identificado? ¿Por qué me fascina tanto algo tan profundamente desagradable? Puede que la gozosa sensación de libertad que destila desde el minuto uno hasta que acaba, ese voy-a-hacer-lo-me-dé-la-gana que muchos envidiamos en el proceso de la creación artística porque nos vemos incapaces de saltarnos las normas y al que, incluso, podemos perdonar los vaivenes caprichosos de un guión deslavazado al que afluyen torrencialmente poderosas y sugerentes imágenes, sea lo que resulta tan irresistible de un film del que Raphael, tras un pase privado, comentó : "¡qué barbaridad!". 

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