miércoles, 27 de diciembre de 2006

Las "engordables" de Marietta

Esta semana Marietta ha engordado por culpa de tanta comida. Y lo que le queda. Feliz Año Nuevo para ti, Marietta, y para todos los lectores de este blog.

Mi queridísimo Paco:
Estoy hasta la estrella de Oriente de tanta comida. Llevo acumulados cinco kilos desde que empezaron las entrañables fiestas (a las que, a partir de hoy, llamaré las “engordables” fiestas). Y aún quedan el complementario y el reintegro (o sea, Nochevieja y Reyes). Yo hubiese querido que los cinco kilos fueran de dinero, pero tendré que esperarme a que El Niño me sonría. Con la poca mano que he tenido yo siempre con los niños. Mira los de San Ildefonso, que no me dieron ni con la pedrea en la cabeza. Debe ser que detectan la escasez de instinto maternal y piensan: a ésta, ni un duro.

He de reconocer -¿verdad?- que, mucho antes del comienzo oficial de las “engordables” fiestas, ya coqueteaba yo con turrones, mazapanes, polvorones y demás pecados navideños. Luego llegó la Nochebuena y venga langostinos, venga gambas, venga pavo, venga unos taquitos de jamón… Y, al día siguiente, venga langostinos, venga gambas, venga pavo, venga unos taquitos de jamón… Y llega el día de San Esteban (que por aquí no celebramos, siendo un santo supercristiano) y venga crema de langostinos, venga crema de gambas, venga croquetas de pavo, venga croquetas de jamón… Porque, como dicen las madres y Karlos Arguiñano (que para muchos solteros es como una madre), en la cocina no hay que tirar nada. No nos engañemos, esto del reciclaje lo inventaron nuestras madres con esos pucheros enormes con los que al día siguiente se hacía sopa, arroz al horno y un largo etcétera, ¿verdad? Las madres son las precursoras del ecologismo.

Esta dieta tan poco recomendable de las “engordables” fiestas culmina con un auténtico festín de antiácidos, lechuga y una tortilla… De antiácidos, claro.

Y así estamos a día de hoy. Y el domingo que viene toca otro atracón. Y lo mismo al día siguiente. Y para qué te vas a poner a régimen si el día de Reyes te vas a atiborrar de roscón con la excusa de que no te ha salido el regalito. Lo peor de estas orgías culinarias que nos arreamos estos días es ese sentimiento de culpabilidad que acecha a cada intento (y a cada consumación del delito) de atracarse a comer. Porque estarás de acuerdo conmigo en que la conciencia es una chivata asquerosa. Esta mañana, mientras pasaba la aspiradora, la tentación se asomó a mi cocina. Sobre la encimera, una pastilla de turrón de yema cortada en perfectos rectangulitos, musitaba: “cómeme, cómeme”. Oh, ¿me estaba volviendo loca? Estaba sola y oía voces. Lo mío era de psiquiatra. “Cómeme, cómeme”, seguía murmurando. Y yo: oh, no puedes ser, ¡quitadme estas horribles voces de mi mente! Y por no seguir escuchando a aquella vocecita, me comí un trocito.

¡Y allí estaba ella! Al acecho. Oculta. La conciencia. “Marieta, ¿qué has hecho, insensata? 600 calorías de golpe… Necesitarás horas de aeróbic para deshacerte de ellas…. Gorda… Gorda”, me susurraba.

No sé cómo será la tuya, pero mi conciencia, además de soplona, es desagradable de ver. No sólo oigo voces. Encima veo cosas. Porque yo veo a mi conciencia. Y mi conciencia se parece mogollón a Gollum, el sapo ése que salía en “El señor de los anillos.”

¡Oh, querido Paco, qué ganas tengo de que lleguen las rebajas!

Afectuosamente,

Marietta de los Espíritus

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ay, qué bueno!!! Eso nos pasa a tod@s, no quieres comer tanto y ala: que si cena de empresa, que si merienda de la Escuela de Idiomas, que si comida con los amigos, que si cenita con los compañeros de piso... Y la cena de Navidad con la familia... Uff, así cómo no vamos a engordar... :-(
RT. Bcn.