El pasado jueves fui a ver la última película del genio de la animación japonesa, Hayao Miyazaki, ganador del Oscar por "El viaje de Chihiro".
Su protagonista es un niño que vive junto a su madre en lo alto de un acantilado. Un día recoge del mar un pececillo al que bautiza con el nombre de Ponyo. El animalillo es dueño de un poder que le permite convertirse en humano. Mejor dicho, en niña. Pero esta idea no entusiasma a su padre, guardián de la pureza del mar. Grosso modo, ése es el argumento de una cinta que resume buena parte del ideario de Miyazaki: ecologismo, respeto por los ancianos, el camino hacia la madurez de los niños, viejas leyendas... Son algunos de los rasgos que caracterizan su cine. "Ponyo en el acantilado" es una película infantil, muy infantil, pero entendámoslo en la mejor acepción del término (desde que empezó la vi con la boca abierta, como hacen los niños cuando se les sorprende).
Otro aspecto a destacar: la calidad de su dibujo. Ya no se hace animación tradicional y los fotogramas de "Ponyo..." son como cuadros de un museo.
Maravillosa la historia de esta niña pez.
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