miércoles, 16 de febrero de 2011

Valor de Coen


Los hermanos Coen han probado en numerosas ocasiones las mieles del éxito crítico, pero pocas veces habían conseguido un taquillazo como con Valor de ley. Lo curioso es que lo han hecho con un western de los de toda la vida y, además, adaptando a la gran pantalla una historia que ya se había hecho antes y que le proporcionó su único Oscar a John Wayne. No soy ferviente seguidor de este género -a mi padre le encantaban las del oeste- aunque una de mis pelis favoritas sea Sin perdón de Clint Eastwood. Las diez candidaturas a los premios de la Academia me animaron a ir al cine para ver cómo se desenvolvían los hermanos en este género (¿No es país para viejos pertenecía a él?). La protagonista es una niña muy echada p'alante (Hailee Steinfield) que decide contratar a un alguacil alcohólico y de gatillo fácil (Jeff Bridges) para que capture al asesino de su padre. Historias de hombre rudo acompañado por niña de personalidad precoz ha habido muchas, pero pocas cuentan con el aplomo y naturalidad con que estos dos actores encarnan a sus personajes. Más allá de la grandiosidad épica de los clásicos del western, los Coen aportan eso que algunos imaginamos debía ser el salvaje oeste americano: polvo (polvo en los dedos, en las manos, en la cara), mierdas de animales adornando los caminos, aves carroñeras devorando cadávares, enfermedades, unas judías convertidas en pasta viscosa como único alimento... Pero también una noche estrellada, inmensa como el propio universo, en la que un viejo vaquero galopa a lomos de un hermoso caballo negro intentando que la salvaje naturaleza no se cobre una nueva víctima.

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