miércoles, 26 de diciembre de 2007

En el programa del día de San Esteban...

¿Qué? ¿Cómo van esas digestiones? ¿Cuántos antiácidos se han tomado ya? ¿Cuántos de ustedes han decidido que hoy comerán ensaladitas, pechuga de pollo a la plancha o un filetito de pescado también a la plancha? Más de uno, seguro.

Así son las Navidades. Derrochonas. Es época de grandes comilonas y a ver quién es el guapo que se atreve a llevar la contraria. O acaso ustedes se imaginan en una cena de estas familiares sin probar bocado. O comiendo una ensalada mientras el resto se ponen como orcos a comer.

El caso es que las lamentaciones vienen después. No quiero enemistarme con ninguna confesión religiosa, pero… ¿Saben dónde está el auténtico muro de las lamentaciones estas Navidades? ¡En el cuarto de baño, junto a la báscula! Ahí sí que se oyen lamentaciones.

Y por favor que no se me enfade nadie, que es una broma. Hablando de bromas, el día 28 es el Día de los Santos Inocentes. ¿Están preparados? Será mejor que se rían todo lo que puedan hasta fin de año. El día 2 nos lo van a subir todo de precio.

Será por lo de las propinas en la cafetería , digo yo.
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Este miércoles recibimos una nueva carta de Marietta de los Espíritus. Os recomiendo que os bajéis el audio porque gana mucho: marietta_26-12.rar


Mi queridísimo Paco:

Me siento como un globo aerostático a punto de explotar. Como a alguien se le ocurra hablarme de comida o mostrarme aunque sea una tostada de pan, le vomito encima cual niña de “El exorcista”. Samuel ha ido a la farmacia a por un digestivo, a ver si así se me quita la hinchazón. No es que haya ido por el amor que me profesa, algo que -como a los toreros la valentía- se le supone; no nos engañemos. Ha ido porque le tenía harto al pobre con tanto lamento.

Lo peor, aparte de estos cinco kilos de más que se han quedado a vivir para siempre en mis nalgas, es el sentimiento de culpabilidad que me invade. Sí, Paco, me siento culpable por engullir como si el mundo se acabase mañana mismo. Me siento culpable por disfrutar, y pido disculpas por la expresión, como una gorrina entre mazapanes aragoneses, polvorones estepeños y turrones alicantinos. Me siento culpable cuando me miro en el espejo y veo a una mujer incapaz de controlar su insaciable y voraz apetito. Sí, Paco, me siento culpable por creer que tomando una frugal ensalada a mediodía, compensaré el atracón de la cena de Nochebuena. Oh, Paco, ¡qué terribles son los remordimientos!, ¿verdad?

Mi amiga Raquel, de entre todas mis amigas la más gruesa, opina que el remordimiento es propio de personas inseguras. Por eso ella está como un tonel, porque de insegura no tiene ni un gramo (será de lo único de lo que no tenga gramos, por otra parte). Raquel reivindica para sí un “Día del Orgullo Gordo”, igual que hacen los gays, y desprecia todo aquello que implique renunciar a los placeres de la carne (y no me refiero a los placeres del sexo, precisamente, que ésos sí que adelgazan). Cuando la he llamado esta mañana para hablarle de mis problemas digestivos, me ha gritado: “a lo hecho, pecho. Bonita. Y a lo comido, barriga”. Así que ahora, además de dolor de estómago, tengo dolor de cabeza.
Puede que este último no haya sido provocado por los gritos de Raquel. Sin duda, tres botellas de cava tienen algo de culpa. Puede que aquel último peché, también…. Ahora que me acuerdo, ¿de quién fue la idea de tomar aquellos chupitos de tequila?

Oh, pero… ¿te das cuenta de lo que estoy diciendo? ¿En qué clase de monstruo me he convertido? ¿Cómo he podido caer tan bajo? ¡Soy una adicta! Sí, soy una adicta. Y todo por culpa de estas malditas navidades.

A Dios pongo por testigo… ¡A Dios pongo por testigo de que no lograrán engordarme! Viviré por encima de todo esto y cuando haya terminado nunca volveré a saber lo que es la indigestión. ¡No! Ni yo ni ninguno de los míos. Aunque tenga que estafar, que ser ladrona o asesinar ¡a Dios pongo por testigo que jamás volveré a hincharme!

Al menos, hasta Nochevieja.


Afectuosamente,
Marieta de los Espíritus

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