miércoles, 2 de abril de 2008

Hoy hablamos de salud mental

Ayer se pusieron a la venta las entradas para el Gran Premio de Europa de Fórmula 1, que se celebrará en Valencia el 24 de agosto. Evidentemente, las primeras en agotarse fueron las más baratas (que de baratas tienen poco, porque costaban 195 euros). Las más caras cuestan alrededor de 500 euros, que son el sueldo de mucha gente en muchos sitios, incluso en España.

Esto de la Fórmula 1 es un fenómeno que no termino de comprender. Pero como para gustos se hicieron los colores, no seré yo quien dude de una afición como ésta. Pero, con sinceridad, ¿no les parece un poco ordinario pagar 500 euros por ver pasar coches durante un cuarto de hora? Anda que si se nos ocurriera decirles a la gente que ve pasar delante de la puerta de su casa, a aquellos que en Bellreguard o en Oliva ven pasar miles y miles de coches ante la mismísima puerta de su casa, que les van a cobrar encima 500 euros por el espectáculo, imaginen adónde nos mandarían.

A mí con esto me pasa lo mismo que con la vuelta ciclista a España. ¿Recuerdan cuando la Vuelta Ciclista a España la veía gente en la tele? Pues yo recuerdo que una vez pasó por Gandia y me dije: pues voy a verla. Y allá que me acerqué, todo emocionado. Después de estar allí plantado un buen rato, esperando a los campeones, vi que brillaba una moneda, una peseta, y me agaché (hay que ser agarrado). Cuando me levanté lo único que vi pasar delante de mí fueron los coches de los equipos. Recuerdo que me dije: qué gran invento la tele.

Y, desde entonces, sé que todo aquello que parece espectacular en la tele es, en vivo y en directo, como comer un bocadillo sin pan.


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Nos fuimos hasta la Fira del Llibre d'Oliva y pillamos a Paco Llopis, de la Llibreria La Fona, en pleno montaje de la feria. Este año se mira con especial atención al público más joven y al mundo del cómic. Escucha la entrevista que mantuvimos con él: paco_llopis.rar




A nuestra amiga epistolar no le hace demasiada gracia que vaya a construirse un nuevo centro comercial en Gandia:

Mi queridísimo Paco:


A lo que se ve, estamos atravesando una crisis brutal. No yo. Todo, en general. El mundo. La vida. España. Y la culpa la tiene la construcción. Algo que, tarde o temprano, tenía que terminar sucediendo. Ahora suenan todas las alarmas, cuando cierran las inmobiliarias y las constructoras de tres en tres. Pero nadie se escandalizaba cuando las inmobiliarias y las constructoras abrían también de tres en tres o de cinco en cinco, ¿verdad? Pues eso, resulta que las cifras de parados aumentan, los precios no dejan de subir, la Antártida se derrite y España se rompe (aunque esto lleva pasando desde hace tanto tiempo que yo creo que antes se inundará por efecto del deshielo). Pero aquí, a la que hay tres días de fiesta seguidos, la peña agarra sus maletas y se larga. ¿Cómo explicar, si no, esas calles desiertas del pasado fin de semana? ¿Y cómo explicar que los centros comerciales se llenen? Alguno dirá que sólo van a pasear, pero siempre cae algo (te lo dice una mujer, que de compras sabe un rato). No me extraña que vayan a construir otro en la Ciudad del Transporte, cuya primera piedra ha colocado esta mañana el alcalde de Gandia, una semana después de que éste firmara un acuerdo de colaboración con los comerciantes de aquí, de los de toda la vida. Me estoy imaginando la cara de la presidenta de la Unió de Comerciants viendo coquetear al alcalde con el mundo de la albañilería para la competencia. Parece que aún da de sí nuestro monedero y que hay sitio suficiente para otra gran superficie en nuestra comarca. Ya me lo veo venir: tras la caída de la construcción, ¿veremos la caída de los centros comerciales? ¿O éstos han venido para quedarse? Lo malo de estos templos de las compras es que son iguales aquí que en Sevilla, que en La Coruña o que, incluso, en Roma.

Cosas de la globalización, ¿verdad?

Y mientras aquí discuten el modelo turístico de nuestra ciudad, algo habitual tras un período de vacaciones, algunos siguen con la idea de que se construya por aquí un aeropuerto o aeródromo (se ve que son diferentes), algo que ha removido las economías domésticas de otras ciudades españolas y que, dicen, contribuiría a la llegada de nuevos turistas y oportunidades. No sé si serán los aviones la salvación económica de nuestra comarca, pero sólo por la idea de ver pululando por nuestros pueblos a esas divinas azafatas de uniforme y a esos pilotos tan morbosos, con sus gorras y sus uniformes, voto a favor. ¿Te imaginas eso de “señoras y señores, estamos a punto de tomar tierra en el aeropuerto de Gandia. Rogamos permanezcan sentados en sus asientos con los cinturones abrochados”? Y luego en inglés. Y luego... ¡en gandiano! ¡Oh, sería divino!

Ignoro cuál sería el coste de ver sobrevolando por aquí unos cuantos avioncillos, pero estoy dispuesto a aceptarlo siempre que me dejen hacer una prueba para ser azafata. Sí, ya sé que mi edad supera la media de la de las azafatas pero, por intentarlo, que no quede. Recuérdame que un día te haga una demostración de dónde están las salidas de emergencia en un avión y cómo debe colocarse correctamente un chaleco salvavidas.

Si vieras lo graciosa que estoy...


Afectuosamente,

Marietta de los Espíritus



Si prefieres escucharla haz clic aquí: http://francis.apolo.googlepages.com/marietta02abril.mp3


La Asociación de la Safor de Ayuda a Enfermos Mentales (A.S.A.E.M.) "inauguraba" esta mañana una furgoneta adquirida recientemente y anuncia la celebración de una cena-baile de carácter benéfico para el próximo viernes en el Restaurante Molí Canyar. Hablamos con la psicóloga Marian Martí y con Olga Mengual, trabajadora social, de A.S.A.E.M., de cómo trabaja esta asociación: asaem.rar

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