Esto quiere decir que somos unos inventores de primera. Que a inventos no nos gana nadie y que a nosotros esa expresión “los experimentos en casa y con gaseosa” no nos gusta nada. A mí esto de los experimentos con gaseosa me lo decían mucho cuando empecé en esto de la radio. Ahora, con el paso del tiempo, lo entiendo: porque querer entrevistar a una momia egipcia es un poco complicado y yo estaba empeñado. Y mi jefe, que no, que los experimentos en casa y con gaseosa. Que, por otra parte, nunca he visto experimentos hechos con gaseosa, aparte del tinto de verano. O, a lo mejor, ¿se referían a eso?
Esto de inventar cosas está bien. Pero habría que decir que no todos los inventos sirven para algo. Quiero decir, hay inventos que no sirven para nada. Por ejemplo: ¿para qué sirve un decantador de vinos? ¿No será lo mismo servirlo directamente de la botella? ¿Para qué sirve el abre-fácil de los tetra-bricks de leche, que se supone que se han hecho para precisamente eso, abrirlos fácilmente, y resulta que no, que no se abren más fácil? Es más, no sólo cuesta arrancar el maldito trocito de aluminio, sino que, cuando al fin lo logras, se te cae toda la leche.
Esta gran cantidad de inventos registrados viene a confirmar que en este país a fantasía no nos gana nadie. Porque hace falta mucha fantasía para creerse eso de que no estamos en crisis.
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