Lo malo de llevar a los extremos ideológicos todo, es que acabas echando por la borda todo el esfuerzo por convertir a tu ciudad en un referente cultural. Es como si la cultura o la ciencia o la investigación o la música o el teatro pasara siempre por el mismo camino, y no admitiese bifurcaciones, atajos, caminos más largos, puentes, caminos con piedras… ¿A qué viene este poco ancho de miras?
Menos que le han ahorrado a la vicepresidenta el mal trago de ver a los policías locales disfrazados de Rambo o de Gracita Morales, como dijo el otro día el alcalde con bastante guasa.
Oigan, que me ha entrado un ataque de nostalgia, que no hago más que pensar en aquella irritante vocecilla, en aquella monja que conducía un Citroen y que formó una pareja mítica del cine con José Luis López Vázquez.
Es como si los tuviera a los dos aquí mismo: “que vienen las suecas, que vienen las suecas”… En este caso, “que viene la vicepresidenta”.
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